Querido Antoine ,
“Antuancito” para la mayoría, pronunciando en español el diminutivo de tu nombre de origen francés, segundo idioma en Líbano, unido a tu apellido tan libanés como los cedros. Fue muy duro saber en las primeras horas del lunes 17 de Marzo que inesperadamente habías partido, muy temprano en la vida. Tu corazón que tanto había dado por la causa libanesa en Uruguay, se detuvo sorpresivamente en la madrugada de ese día, y te fuiste en paz y en silencio, con la humildad que te caracterizaba. La noticia de tu partida tomó por sorpresa a todos, a tu querida familia, amigos y a toda la colectividad libanesa que integraste continuando los pasos de tus progenitores. Y hubo que aceptar lo fuerte del momento, enjugar la humedad de tantas mejillas mojadas, soltar el duro acero de las gargantas, dar lentamente el paso a la resignación, y asumir que ya no te subirás a cada rato al ómnibus desde tu ciudad de Minas para llegar hasta Montevideo a cuanta reunión o evento que congregaba a la paisanada libanesa. Ya no irás a Líbano a ver a tus familiares periódicamente, ni atenderás tu empresa familiar en Minas. Ocurre que ahora estás en todos esos lugares al mismo tiempo. Estás en el corazón y en la mente de cada uno de quienes tuvimos el privilegio de compartir contigo, algunos pasajes de esta vida terrena de la cual todos nos vamos un día con las manos vacías. La diferencia está en cuanto hayamos sembrado con ellas. Y tú sembraste mucho querido amigo y paisano, y no voy a descubrir en ti virtudes porque te hayas ido. Ni voy a describir las entidades libanesas que integraste. Todos sabemos cuánto diste, y la cosecha de lo sembrado por ti seguirá por mucho tiempo. Si algo te caracterizaba además del gran amor por tu familia y tu Líbano, era tu sencillez, tu bonhomía, tu ánimo conciliador, dejando de lado casi siempre las formalidades y los íconos materiales, para apostar a la espiritualidad de la causa de la tierra de los cedros, transmitiendo el mensaje velado que nuestras miserias cotidianas no deben ser nunca condicionantes de la felicidad de tener amigos, familia y tantas causas inmateriales por las cuales desvelarnos en nuestra corta vida. Puede sonar a paradoja pero siempre que un amigo se va, empleo la palabra alegría. Pues si fue amigo, es porque nos causó muchas alegrías y momentos felices. En tu caso querido Antoine, todos tuvimos la alegría de conocerte y disfrutar tu vida simple, austera, de tu amistad adornada con sencillez. Nada de lo que hiciste fue en vano; la colectividad libanesa en especial te debe mucho y reitero que la cosecha de lo sembrado por ti, seguirá firme mucho tiempo, tan firme como el manto de aparente eternidad que envuelve a los milenarios cedros en los valles y montañas libanesas. Una pena que te hayas ido tan temprano en la vida, amigo. Pero si Dios te llamó, es porque te necesitaba con él. Descansa en paz. Todos aquí trataremos de honrar cuánto diste por nosotros.
Jose Maria Almada Sad